Manuel Rodríguez (1785-1818)

Biografía de Manuel Javier Rodríguez Ordoíza (1785 – 1818)

Manuel Rodríguez , nació en Santiago el 24 de febrero de 1785. Sus padres fueron don Carlos Rodríguez, español de origen y doña María Loreto Ordoíza.

El año 1790 ingresó al Colegio Carolino. Posteriormente, se inscribió en la Universidad de San Felipe, en la cátedra de Filosofía, pero en marzo de 1802 se matriculó en la cátedra de Derecho. Se recibió de bachiller en Cánones y Leyes. Prestó el juramento de rigor y se convirtió en flamante abogado a los 24 años.

Nunca buscó honores ni cargos importantes. Era el descontento por naturaleza, el inquieto buscador del peligro, y de lo único que adolecía, era la sumisión incondicional a los que gobernaban. De extraordinario atractivo, era un hombre delgado, de 1 metro 70 de estatura.

Su vida pública comenzó el 11 de mayo de 1811, al ser nombrado Procurador de la ciudad de Santiago por el Cabildo Metropolitano. El 2 de diciembre del mismo año, fue incorporado al Ejército, con el grado de Capitán y designado Secretario del General José Miguel Carrera. En este puesto y con este grado concurrió a las Campañas del Sur hasta 1813.

Por decreto de 17 de noviembre de 1817, el Gobierno lo declaró «Benemérito de la Patria», en virtud de sus grandes servicios prestados a la causa de la libertad del país.

El 21 de marzo de 1818 el Gobierno, presidido por el Coronel De la Cruz, lo nombró su Edecán. Al día siguiente, en una Asamblea en que hicieran uso de la palabra la mayoría de los ciudadanos, se le designó, junto con el Coronel Luis de la Cruz, Directores Supremos de la Nación, cargo que mantuvo durante 48 horas. En estas circunstancias, Manuel Rodríguez organizó la defensa de la ciudad, armó a los ciudadanos y creó el Escuadrón HUSARES DE LA MUERTE, del cual se nombró Comandante, con el grado de Coronel, el 23 de marzo de 1818.

Aventuras de Manuel Rodriguez

De todos nuestros héroes patrios ninguno tiene, tal vez, aventuras tan numerosas y diversas como Manuel Rodríguez. Es una encarnación múltiple, incesantemente renovada y siempre feliz, de la astucia, el valor, la generosidad y del ingenio socarrón de nuestro pueblo. Acaso por esto, ninguno posee su popularidad.

Las historias y leyendas que le evocan son incontables. Poetas y prosistas de todo nivel le han tomado de punto de partida; los romances, por ejemplo, se multiplican. Y siempre con evidente admiración y particular cariño.

En efecto, por medio de ataques combinados, asaltó las ciudades de San Fernando, Talca, Curicó, Talagante, Melipilla y consiguió sembrar el pánico entre los españoles. Lo más importante de su acción fue minar la moral combativa de los peninsulares, al hacerles creer que el Ejército de los Andes podía atravesar cualquier día, en cualquiera época y por cualesquiera de los pasos del norte, del centro y del sur de Santiago y derrotarlos sin apelación, atacándolos simultáneamente por todos esos lugares.

Es por eso que a Manuel Rodríguez se le puede asignar el calificativo honrosísimo de «El Caudillo de la Reconquista», porque él provocó el fraccionamiento de los españoles a que se vio obligado Marcó del Pont y que facilitó la victoria de Chacabuco.

Su vida fue un continuo ir y venir de vicisitudes, de incertidumbres y de pasión patriótica. La justicia, aunque tarde o póstuma, se hace presente y de este modo se explica que las generaciones posteriores hayan brindado un reconocimiento cálido, elocuente y espontáneo a su valentía y esfuerzos, tendientes a obtener una Patria libre.
En la capital y todos los pueblos de la República, está grabado su nombre en las calles, plazas y paseos. El teatro, el canto y la cinematografía han recordado y enaltecido las hazañas de Manuel Rodríguez.

La muerte de Manuel Rodríguez es uno de los hechos que han enlutado nuestra historia patria. Después de haber sido juzgado y al ser conducido a Quillota, fue tomado preso y asesinado, en Til-Til, el 26 de mayo de 1818. Pablo Neruda le dedicó uno de sus mejores poemas («…puede ser un obispo … puede y no puede … puede ser sólo el viento … sobre la nieve…») haciendo alusión a sus aventuras y a su facilidad para transformar su apariencia y burlar a sus enemigos. Al momento de su muerte tenía 33 años.

Fuente: Ejercito de Chile

Por: Carmen Mendoza Obaid