Inmigración y cultura

Es evidente que los flujos migratorios al llegar a la sociedad de acogida sufren una serie de problemas sociales y culturales derivados de la convivencia en la misma sociedad con una cultura diferente a la de la sociedad de origen. Es lo que se viene llamando choque cultural, y es que la diversidad cultural asociada a los procesos migratorios al relacionarse interétnicamente e inter-socialmente con la población de origen da lugar a conflictos socioculturales de menor o mayor envergadura.

Conflictos Interculturales

Uno de los conflictos interculturales lo produce el hecho de que la sociedad en sí, asuma una posición etnocentrista, es decir, que interprete la realidad a partir de sus propios parámetros culturales. Claramente, el etnocentrismo es considerado como una visión que afecta negativamente en la comprensión de diversidades culturales y, por lo tanto, no ayuda a que se fomente una convivencia pacífica y sin enfrentamientos.

La persona que llega de un país extranjero a otro es desconocedora de la cultura del país receptor y si, además, desconoce el idioma, su barrera se hace casi infranqueable. Y si le añadimos que viene de un país afro-asiático en el que la forma de vestir no concuerda con la del país de destino se producirá una frontera social y cultural que será muy difícil de abrir. Como expresa Mandianes (1993) “el inmigrante gana libertad al dejar de ser controlado por su grupo, pero pierde los puntos de referencia que le dan sentido”.

El primer contacto con la sociedad de acogida no es fácil. Enseguida se le coloca la etiqueta de inmigrante y de alguna forma se les obliga a recomponer su universo simbólico, proceso doloroso que le llevará a una reconversión en su sistema de valores y creencias que tendrá que abandonar o relegar a un segundo plano en la intimidad de su vivienda con sus familiares y compañeros de viaje. Depende del éxito o el fracaso de esta “conversión” que el inmigrante caiga o no dentro de la marginalidad y la periferia cultural.

Al mismo tiempo, al analizar la sociedad receptora nos damos cuenta que a los miembros que la componen la inmigración le produce un sentimiento de rechazo por el miedo a enfrentarse a parámetros culturales desconocidos por ellos y desestabilizadores de una sociedad ya estructurada. Las actitudes de la población autóctona ante los flujos migratorios pueden ser de dos tipos:

  • que la población receptora mantenga una actitud poco receptiva ante los nuevos ciudadanos. Este rechazo irá en función de las más/menos diferencias culturales de los inmigrantes con la sociedad receptora.
  • que se produzca un proceso de asimilación y de nuevos aprendizajes. La sociedad receptora tendrá la corresponsabilidad de crear vías de integración. Posiblemente esta integración no se logre en primeras generaciones de inmigrantes.

Los conflictos socioculturales de las migraciones producen tensiones tanto entre la población inmigrante como en la autóctona. Y es que, en un principio, la llegada de la persona inmigrada le supone una desorganización cultural tal que incluso puede bloquear su proceso de adaptación. Posteriormente, una vez conocidas las pautas sociales y culturales, se produce una inclusión sistémica de normas tácitamente pactadas e introducidas por el colectivo de inmigrantes que llegana fusionarse con las normas de la sociedad receptora. Así mismo, la sociedad receptora irá aceptando una serie de patrones culturales traídos por el inmigrante que serán asimilados dependiendo de la predisposición receptora de cada individuo. Por tanto, la sociedad de acogida juega un papel muy importante en la integración de los inmigrantes, aunque las diferencias culturales, en muchos casos, impedirán la comunicación entre inmigrantes y sociedad receptora.