Apuestas y juegos en la colonia

Pasar el tiempo en la colonia era una suma de apuestas y juegos, que incluye lo que ahora llamaríamos maltrato animal. Los juegos se convirtieron en una seguidilla de apuestas que alegraban los días.

Juegos con animales.

Una de las entretenciones mayores eran las actualmente prohibidas corridas de toros. Los “bichos”, como se les decía a los toros, constituyen un colorido espectáculo que culminaba con la matanza del toro, siguiendo las mismas reglas que en España.  Pero no hubo grandes “matadores” , ni plazas de toros, todo era una improvisada explanada cerrada con maderos, alrededor de la cual se asomaba a mirar la gente. El uso del caballo para competencias, y de paso para apuestas, era múltiple. Iba desde simples carreras sin montura, hasta competencias en que un jinete intentaba derribar a otro con la ayuda de una caña. Algo más elaborado era el juego de la sortija, en que a todo galope se debía introducir una vara en un anillo que colgaba.Las peleas de gallos, otra actividad actualmente prohibida, era realizada en un “reñidero”, donde dos gallos se enfrentaban hasta que uno matase al otro. Las apuestas, por su puesto, eran parte de la entretención.

Herencia nativa.

El nativo juego de la chueca también alcanzó a ser muy popular. Se jugaba en equipos de entre 15 a 20 personas, los cuales portaban un palo curvo con el cual golpeaban una pelota. El objetivo es hacer cruzar la pelota en la línea de fondo. Este deporte conocido también como palín se terminaba con varios heridos, producto de caídas y golpes con los palos. El campo de juego quedaba goteado por sangre. Varias veces fue prohibido, pero nunca dejó de practicarse.

Los peligrosos volantines.

El volantín fue todo un éxito en el siglo XVIII. Todos los adolescentes querían encumbrar un pedazo de papel, ya sea la humilde ñecla, un papel de tres dobleces, hasta la estrella hecha con cinco pliegos de papel, una armazón de coligüe e hilos de varias hebras. Lamentablemente los hilos se enredaban en las tejas y ladrillos, que al tironearse caían peligrosamente. En 1795 se prohibió encumbrar volantines en todo el radio urbano, convirtiéndose en una práctica más bien rural. Al producirse un siglo después la migración del campo a la ciudad, el volantín retornó como una tradición.

La cuestionada rayuela.

Algunos sostienen que el popular juego de la rayuela era una forma distorsionada de  una antigua práctica de adivinar el destino. Lo concreto es que si el tejo cae en la línea marcada en el suelo, normalmente de barro, significa que se hizo una “quemada” y se ha ganado. No solo apuestas rondaban a este juego, si no que era además una buena excusa para reunirse a beber. Cuando se independizó Chile de España, el general O’Higgins lo prohibió. Sin embargo actualmente es un deporte federado, completamente legal.

Los niños.

Los niños tenían juegos mucho más sencillos, como por ejemplo hacer pequeños barquitos de madera,  a veces simplemente un palito o una cáscara, y que “navegasen” a través de la corriente de las acequias. El juego del emboque, el trompo, el runrun, y en el caso de las niñas, saltar la cuerda y las muñecas, completan el inocente mundo infantil colonial.

Apuestas, naipes y dados.

Las apuestas eran un agregado a los simples juegos con naipes, a las monedas “a cara o sello”, e incluso adivinando el color de las pepas de las sandías.  Un sistema de apuestas “profesional” fue el bolillo, en que una rueda de la fortuna manejada por un hábil estafador dejaba literalmente desnudos a incautos campesinos. Las reuniones sociales de la clase alta, conocidas como tertulias, también eran lugares de juegos.  Alrededor de una mesa los varones  jugaban “banca”, “brisca” y el “julepe”; todos con fuertes sumas de apuestas. Las mujeres no participaban, dedicándose a cantar y recitar. Pero el mayor vicio de las apuestas fueron los juegos de dados. Era practicado por todas las clases sociales. Tal como apunta el historiador Eugenio Pereira,  “un sargento declaró haber perdido no solo la suma de 150 pesos, si no que también su ropa y uniforme”. Tal era el Chile colonial.