La Fase de los Pucarás

La caída de Tiwanaku dejó como consecuencia el surgimiento en el altiplano peruano y boliviano de numerosos reinos y señoríos independientes, que se enfrascaron en constantes luchas por la hegemonía de la región. Estos señoríos, presionados por las severas sequías de la zona altiplánica, se volcaron hacia el Norte Grande de Chile y colonizaron los diversos pisos ecológicos que se encuentran entre la puna y la costa.

Estas poblaciones se establecieron en los nacimientos de las quebradas y en las cabeceras de los valles, por lo que se adueñaron de los escasos recursos hídricos de la zona; esta situación llevó a los pueblos desérticos a involucrarse regularmente en enfrentamientos con los pobladores del altiplano por la disputa de los cursos de agua.

El reflejo de la hostilidad que caracterizó a esta etapa del desarrollo cultural del Norte Grande, se puede hallar en la construcción de numerosas fortalezas o pucarás a los pies del altiplano, los que se extendieron entre Arica y San Pedro de Atacama; y además, en el hallazgo de armamentos y elementos defensivos de forma mucho más frecuente que en épocas precedentes. Estos elementos sirvieron a los arqueólogos para denominar a esta etapa como la Fase de los Pucarás, la que se extendió desde la caída de Tiwanaku hasta la irrupción de los conquistadores incas, en el siglo XIV d. de C.

La Cultura Arica

En los valles costeros y en las serranías del sur de Perú y del extremo norte de Chile, sobre la base de los desarrollos culturales anteriores, se estableció la llamada cultura Arica. Esta se puede definir como una comunidad de señoríos agrícolas y pescadores que abarcaron desde el sitio de Mollendo en Perú, hasta la zona de Taltal en la Región de Antofagasta.

La primera etapa reconocida de la cultura Arica se conoce como San Miguel y los arqueólogos la describen principalmente en función del desarrollo de su industria cerámica; en estos términos, la etapa San Miguel se identifica por poseer una alfarería que producía cántaros globulares y jarras cilíndricas, las que decoraban con figuras antropomórficas y siluetas de pájaros sobre fondos negros y rojos. Otro aspecto destacado de la cultura Arica, es su desarrollada industria textil; esta se caracterizó por ser de una gran calidad artística que incorporó complejos diseños. Las aldeas de esta fase eran construidas con muros de piedras y techumbres de caña, en los sectores costeros, y a base de piedra, madera y paja en las serranías; todas estas edificaciones habitacionales tenían una planta circular, que daba a un patio exterior.

La siguiente fase de la cultura Arica se denomina como etapa Gentilar, y los arqueólogos la reconocen por el surgimiento de una cerámica más evolucionada que la de la fase precedente; la cerámica de los pobladores Gentilar se destacó por tener más de 40 formas distintas y su principal, producto son las jarras globulares. Estas se decoraban con figuras aserradas, escaleradas, cruces, círculos y medallones que llevaban siluetas humanas en sus diseños internos. Los complejos habitacionales de la fase Gentilar son muy similares a las que levantaron los grupos de la fase San Miguel; no obstante, los de la fase Gentilar agregaron a las aldeas recintos para criar ganado, bodegas para el almacenaje de alimentos, e incluso muros defensivos a la usanza de los pucarás.

La Fase de los Pucarás en San Pedro de Atacama

En el oasis de San Pedro de Atacama los yacimientos arqueológicos de la Fase de los Pucarás no son tan ricos como los del límite norte de Chile. No obstante, la presencia de restos de enormes asentamientos humanos señala que el oasis era capaz de alimentar a una gran cantidad de población en la etapa posterior a la decadencia tiwanakense. La construcción de las fortalezas o pucarás en las cercanías del oasis de San Pedro, revela la existencia de un poder central capaz de movilizar a una gran cantidad de mano de obra para llevar a cabo semejantes realizaciones. Los pucarás de Quitor en San Pedro de Atacama, Turi en el Alto Salado, y Lasana en el medio Loa son ejemplos de la progresiva complejización de las sociedades que surgieron a orillas del Salar de Atacama.

La máxima expresión del nivel de desarrollo alcanzado por los continuadores de la cultura San Pedro, son las terrazas y obras de regadío que poseen varios kilómetros de extensión; estas construcciones son el elemento más característico de la época, y su consecuencia principal es el explosivo aumento de la población del oasis gracias al mayor rendimiento de las tierras cultivables. En el oasis de San Pedro de Atacama abundaron los asentamientos conformados por una serie de grandes recintos rectangulares y amurallados con barro; en ellos, se han encontrado cuerpos enterrados en el interior de enormes vasijas, que se supone servían para apilar agua y bebidas alcohólicas.

En la Fase de los Pucarás los pobladores atacameños continuaron su tradición de grandes alfareros, y sus productos se difundieron en una amplia esfera de influencia que abarcó casi todo el desierto entre Pica y Taltal, además de las cuencas del río Loa y del Salar de Atacama. Los elementos más característicos de esta época son una especie de recipiente o escudilla alisada por fuera y pulida en su interior, y una serie de grandes ollas y cántaros lisos que han sido hallados en gran parte del Norte Grande.

Otra característica relevante de esta etapa de la cultura San Pedro es su participación en conflictos bélicos regionales, motivados por frecuentes disputas originadas por el control de los insuficientes recursos hídricos de la zona; un territorio sumamente disputado por los atacameños fue el oasis de Quillagua, ubicado en el desierto central, el cual fue pretendido por poblaciones residentes en Tarapacá y Pica.

Varios estudios arqueológicos han detectado una fuerte presencia de ganchos de madera para sujetar la carga de las llamas en varios sitios de excavaciones, los cuales se reparten por todo el área de influencia de la cultura San Pedro; estos hallazgos se suman a cencerros de madera y calabazas decoradas a fuego recolectados en las inmediaciones. La importancia de estos descubrimientos es que confirman la existencia de un intenso movimiento de caravanas de llamas en el Norte Grande, siendo este el aspecto que más influyo en el desarrollo de las vidas cotidianas de los atacameños; y que tendrá su mayor expresión en el ulterior desembarco y dominio de los incas.

Un llamativo ejemplo de lo recién expuesto es la evolución que experimentó la antigua costumbre de inhalar polvos con sustancias psicoactivas que los pobladores atacameños habían comenzado en la etapa Séquitor; debido a la interrupción del intercambio entre San Pedro y las culturas del noroeste argentino, por razones aún desconocidas para los arqueólogos, los atacameños debieron suspender el consumo de las semillas de cebil. Sin embargo, a medida que la penetración inca se hizo efectiva, el cebil fue reemplazado por coca en forma gradual. Lo anterior se fundamenta en que la proliferación de instrumentos para inhalar cebil disminuye progresivamente, hasta definitivamente desaparecer en momentos en que el Norte Grande de Chile había pasado a formar parte del Imperio Inca.