La mujer en Chile: integración politica y al mundo productivo

La sociedad industrial necesita para su desarrollo que todos los seres humanos estén trabajando. Ante tal argumento pasó a ser un signo de atraso el que la mujer no se integrara al mundo del trabajo productivo.

Aunque por excepción ya en el siglo XIX hubo mujeres chilenas en el mundo obrero y empresarial, y así también en la universidad, como fue el caso de Eloisa Díaz, la primera médico en Chile, lo cierto es que la mujer en su inmensa mayoría se quedaba en casa, haciendo el aseo, lavando, planchando, etc.  A principios del siglo XX la mayoría de las niñas no iban a la escuela y a casi nadie le importaba. Lentamente fueron surgiendo voces que resaltaban la importancia de la educación femenina. En 1894 se inauguró el primer liceo de niñas, pero su nombre lo dice todo «Instituto de Señoritas», es decir se mantenía la segregación.

Las primeras voces

En 1906 la poetisa Gabriela Mistral escribió que la instrucción escolar de la mujer  …»es una obra magna que lleva en sí la reforma completa de todo un sexo. Porque la mujer instruida deja de ser esa fanática ridícula que no atrae a ella sino a la burla; porque deja de ser esa esposa monótona que para mantener el amor conyugal no cuenta más que con su belleza física y acaba por llenar de fastidio esa vida en que la contemplación acaba. Porque la mujer instruida deja de ser ese ser desvalido que, débil para luchar contra la miseria, acaba por venderse miserablemente si sus fuerzas físicas no le permiten ese trabajo”.

Educación y sufragio

Con la Constitución de 1925 el Estado debió garantizar la educación de niños y niñas, y los padres enviarles a estudiar. Comenzó así el ascenso de la mujer en la sociedad chilena. En ese mismo tiempo surgen las primeras organizaciones políticas femeninas, que lideradas por Eloisa Alarcón, Graciela Sanhueza y Elvira Vargas, fundan el Partido Cívico Femenino en 1922. La mujer sin derecho a voto, pero ya con su partido político. En 1935 el gobierno de Arturo Alessandri firma la nueva ley que permite el voto femenino en las elecciones municipales. En 1944 Amanda Labarca encabeza el primer Congreso Nacional de Mujeres, que dará origen a la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, conocida por el acronismo FECHIF. Ellas lograron presentar un proyecto de ley para el derecho a sufragio femenino. Así el 8 de enero de 1949 se promulga la ley que permitió a las mujeres elegir y ser elegidas presidenta, senadora o diputada. En 1951 la radical Inés Leonor Enríquez Frödden fue elegida como la primera diputada en Chile. En 1953 la integrante del Partido Femenino María de la Cruz es elegida senadora, la primera en Chile. Pasarían muchos años, muchas mujeres elegidas como alcaldesa, regidora, concejala, diputada, senadora; hasta el paso final, en 2006 asume como Presidenta de la República la socialista Michelle Bachelet.

Trabajadora y dueña de casa

Pese a la integración legal, faltaba aún la real. La mujer laboraba en actividades a trato, sin protección legal, inestables, mal pagados. Era necesario que nuevas circunstancias permitieran el pleno ingreso de la mujer al mundo del trabajo profesional. El progreso llega a través de los liceos de niñas, que fueron inaugurados paulatinamente a través del siglo XX, los cuales dieron graduadas que ingresan a la universidad. Pero luego la maternidad se convertía en un freno. En 1967 con la política de control de natalidad del Presidente Eduardo Frei Montalva, que incluyó la introducción de la píldora anticonceptiva, fue posible que la mujer controlase por sí misma el número y momento de tener hijos. Esto le permite progresar en su actividad profesional, llegando a ocupar cargos de gerencia. Pero no es una integración completa, la mitad de las mujeres chilenas en el año 2014 todavía no trabajan fuera del hogar. La mayoría de estas mujeres son de hace tres o cuatro generaciones. El cambio cultural ya se hizo, por lo tanto las nuevas generaciones sienten la obligación de estudiar, ya impensable que una niña diga en la casa «voy a casarme, seré dueña de casa, me mantendrá mi marido».