Batalla del Ebro

La Guerra Civil española duró 3 años. Una de sus batallas más trascendentales fue la del Ebro, la última ofensiva republicana sobre las fuerzas nacionalistas.

En 1938, por cuatro meses, se enfrentaron en las riberas del río Ebro las fuerzas republicanas o izquierdistas y las nacionalistas o derechistas. Las tropas nacionalistas habían logrado ya dominar la mitad oeste de España, y el territorio republicano se encontraba dividido en un sector norte (Barcelona) y un sector sur (Madrid – Valencia). Para intentar una reintegración los republicanos cruzan el río Ebro atacando a las fuerzas de los nacionalistas.

El ataque republicano

Los republicanos, con su gobierno instalado en Valencia, encargaron al general Vicente Rojo cruzar el río Ebro y capturar el estratégico lugar llamado Gandesa. El presidente español Juan Negrín tenía claro que de mantenerse dividido el territorio republicano era cuestión solo de meses para que la guerra se perdiera. Se movilizan a las riberas del Ebro a unos 100 mil soldados de la República, en lo que será la batalla más grande que ha ocurrido en la historia de España. Unos 200 aviones, muchos de origen soviético, serán su apoyo aéreo.

Al frente de Vicente Rojo estará el general Francisco Franco, líder de los nacionalistas. Su ejército tiene unos 90 mil soldados. Cuenta con el apoyo aéreo de unos 300 aviones, incluyendo a los piloteados por alemanes.

El 25 de julio de 1938 el ejército republicano cruza el río Ebro, usando para ello los más diversos medios, incluyendo sencillos botes a remo. Los recursos republicanos eran muy pocos, sus tropas estaban agotadas y desanimadas por la oleada de derrotas que le ha infringido el bando nacionalista. Sin embargo, en un amplio frente entre Mequinenza y Cherta se estaba cruzando el Ebro. Así también se lograba alivianar la presión «franquista» sobre Valencia. Por tres sectores se avanzó tras cruzar el río Ebro, pero solo el central logró realmente avanzar, hasta cerca de su objetivo Gandesa.

Franco tenía claro que los republicanos estaban lanzando al ataque lo mejor que tenían, y un triunfo ahora podía significar ganar también la Guerra Civil. Lanzó entonces una campaña de desgaste, con fuerte presencia de artillería y bombardeos aéreos.

El desgaste

Por semanas, a principios de agosto de 1938, las tropas republicanas recibieron el asedio de los bombardeos aéreos. Sin embargo, se aferraban su territorio. Sus gritos de guerra «vigilancia, fortificación, resistencia» eran dichos constantemente. De todos modos varios soldados extenuados desertan, abandonando sus lugares. A quienes se les sorprende en esa actitud son fusilados.

Franco tiene la alternativa de dejar avanzar a los republicanos, y una vez más dispersos atacarlos con mayor facilidad. Decide que es mejor atacarlos en forma frontal, aprovechando su superioridad aérea.

Contraataque nacionalista

El 6 de agosto de 1938 las tropas nacionalistas logran obligar a los republicanos ubicados entre Mequinenza y Fayón a retroceder y volver a la ribera norte del río Ebro. Comenzó entonces la parte más compleja de la batalla, en que lentamente los nacionalistas avanzaron sobre los republicanos que estaban entre Fayón y Cherta. La batalla fue también aérea, en que los cazas soviéticos Polikarpov I-16, muy anticuados, se enfrentaron a los modernos Messerchmit Bf 109 de los alemanes. En un verdadero laboratorio para ensayar tácticas de combate se convirtió esta Guerra Civil. El 2 de noviembre el general republicano Juan Modesto se dio cuenta que la batalla estaba perdida, y ordenó a sus hombres a replegarse a la ribera norte del Ebro. El 18 de noviembre el general nacionalista Juan Yagüe entraba en Ribarroja, el último reducto de los republicanos al sur del Ebro. La batalla había terminado.

Bajas en la batalla

Se estima que unos 4500 soldados nacionalistas y unos 15 mil republicanos murieron en esta batalla. Unos 30 mil heridos hubo en cada bando en batalla. Unos 100 aviones republicanos y unos 50 aviones nacionalistas se perdieron en la batalla, con la diferencia que los nacionalistas pronto tuvieron las reposiciones. El ánimo en los nacionalistas era de los mejores, los republicanos no estaban tan mal, después de todo habían dado la pelea durante cuatro meses por un territorio que ellos habían conquistado en tres días. Más allá de estados de ánimo, el ejército republicano estaba arruinado. Era cosa de semanas que Barcelona cayera frente a los nacionalistas. Se había gastado gran parte del material de guerra que se tenía, y no había capacidad económica ni apoyo internacional para reponerlo. La guerra se inclinó definitivamente a favor de los nacionalistas.