Califato de Córdoba

En el año 929 el emir Abd al Rahman III se autoproclamó como líder religioso y político de las tierras de Al-Andalus, convirtiéndose así en el Califa de Córdoba.

Por poco más de un siglo existió el Califato de Córdoba (entre 929 y 1031). Muchos historiadores lo consideran como el mayor período de desarrollo económico durante la dominación árabe en Iberia.

Abd al Raham III

El fundador del califato fue Abd al Raham III (conocido también como Alderraman III), quien así hizo algo que desafiaba al califato de Bagdad, pues se supone que solo puede haber un califato en el mundo, que representa a los sucesores de Mahoma, el profeta iniciador del Islam. Abd al Raham III  asumió el poder en 912, a la edad de 21 años. Extrañamente a la costumbre sucede a su abuelo, heredando un emirato en decadencia. Los focos de rebeldía de los muladíes eran una constante.

Abd al Raham III logró ordenar internamente su territorio y enfrentar a los reinos cristianos del norte de Iberia que estaban organizándose para una reconquista. Creó en torno de sí una corte, un cerrado círculo de personas de su confianza. Muchos de ellos eran eslavos, gente europea llevada como esclavos a Al-Andalus, los cuales fueron libertados. Una fuerte burocracia y un gran lujo comenzaron a rodear al califa. Con gran energía atacó los focos rebeldes, usando el arrasar con las cosechas como estrategia de combate.

Al Hakam II

En 961 Al Hakam II  (conocido como Alhakén II) sucedió a su  padre Abd al Rahman III. Desde niño fue preparado para el cargo. A los doce años ya acompañaba a su padre en las expediciones guerreras. Durante varias décadas estuvo encerrado en el Alcázar o palacio real, alejado de las mujeres, que según su padre podían corromperlo. El joven desarrolló un espíritu generoso.

Durante su mandato que se extendió hasta el 976 se caracterizó por una política de acuerdos con los reinos del norte, alejando así el fantasma de la guerra. En Córdoba llegaron a existir  1600 mezquitas, 80 mil tiendas, 70 bibliotecas, una universidad, una escuela de medicina, una escuela de traductores de idiomas griego, hebreo y árabe, y se instalaron baños públicos.

El comercio fue la base de la riqueza económica. Ayudó mucho el desarrollo de técnicas agrícolas muy superiores al resto de Europa. Acuñaron monedas de oro, que se convirtieron en una valiosa herramienta comercial. La ciudad de Córdoba llegó a superar los 500 mil habitantes, un importante artesanado era el polo de atracción laboral. El califato también incluía otras ciudades importantes, además de Córdoba, por ejemplo, Sevilla, Zaragoza, Tudela, Lérida, Calatayud, Mérida, Málaga y Granada.

Hisam II

Al morir Al Hakam en 976 lo sucedió su hijo Hisam II. No fue eficiente, y de hecho delegó el poder en un funcionario de nombre Almanzor. Se realizan las «aceifas», que consistían en ataques contra comunidades cristianas, sin más fin que el obtener riquezas por el pillaje. En el año 981 Almanzor se quedó con todo el poder del califa, pero sin destituirlo; pasó a ser entonces Al Hakam una figura decorativa. Cuando muere Almanzor en el 1002 sus hijos lo reemplazan en el poder.

La guerra civil «Fitna»

En el año 1009 se produce una guerra civil, conocida como «fitna». Es asesinado el hijo de Almanzor, y se depone a Hisam II. Se nombró en el poder a Muhammad ibn Hisham ibn Abd al Yabbar, quien era bisnieto de Abd al-Rahman. El conflicto se extendió en el tiempo, y no dudaron en establecer acuerdos con los reinos cristianos. La ciudad de Córdoba fue lugar de combates, siendo destruidos muchos de sus grandes edificios. En los veinte años que duró el conflicto diez califas se sucedieron en el poder de Córdoba.

La inestabilidad, la incapacidad de controlar el territorio, llevó a la creación de pequeños reinos, conocidos como Taifas. Así nacen los reinos islámicos de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza. En el año 1031 el último califa de Córdoba, Hisam III , es depuesto y se crea en su lugar una república oligárquica y laica. Nacen entonces una multiplicidad de taifas, y no solo árabes, sí no que también bereberes y eslavos.