Numancia, la heróica resistencia a Roma

Cuando Roma convirtió a Iberia en la provincia Hispánica hubo un lugar que se negó a someterse. Se trata de Numancia, cuya historia es ejemplo de la lucha por la libertad.

Cerca de Soria, en el Cerro de la Muela, estuvo hace más de dos mil años Numancia, una ciudad de origen celtíbero. Era una comarca de pequeñas viviendas con base de piedras, muros de adobe y techos de centeno. Cada casa estaba dividida en tres estancias: un lugar central donde se cocinaba, un pequeña bodega subterránea o simplemente cueva y sobre esta una pieza multiuso donde se dormía.

Una gran muralla encerraba la ciudad, con torres que vigilaban el acceso. Aljibes permitían obtener agua. No sabemos con exactitud cuantos habitantes había, pero se estima entre las 2500 a 8000 personas. Su actividad económica principal era la ganadería, con crianza de conejos, vacunos, caprinos y ovinos. De hecho la forma de pagos de tributos a Roma era en pieles de vacunos y capas de lana de oveja. Los cereales se los compraban a los vacceos.

Roma enfrenta a Numancia

Numancia es nombrada por los escritores romanos debido a la II Guerra Púnica, en que Roma invade Iberia, derrotando a Cartago que entonces la dominaba. El romano Marcio Poncio Catón en el 195 a.C. debió someter a ciudades del interior, y es en su paso que es nombrada, pero sin darle mayor relevancia.

Su paso a la historia comienza en el año 153 a.C. cuando protegen a unos fugitivos de Roma, que habían levantado un muro de defensa de su ciudad Segeda, lo que contravenía el Tratado de Paz que Roma había establecido tras la derrota de Cartago. El Senado Romano había enviado a Fulvio Nobilor al mando de 30 mil hombres para enfrentar a los Segedenses; ellos ahora tendrían por misión someter a Numancia.  Sin buscarlo, Numancia se convertirá en rival de Roma. Se produce una batalla en que los numantinos al mando de Caro de Segeda logran derrotar a los 30 mil soldados romanos de Nobilor. Ante la situación humillante desde Roma se envía al pretor Marcelo. Aunque la idea original era derrotarla militarmente, finalmente Marcelo decide firmar la paz con Numancia, la cual va a durar hasta el 143 a.C.

Rota la paz, por 10 años hubo una seguidilla de ataques romanos, frecuentes pero con pocos recursos. Pompeyo, Mancino y varios otros generales romanos fueron derrotados. Pero el año 133 a.C. el Senado Romano encarga a Escipión Emiliano, conocido como el «Africano Menor», la misión de capturar Numancia. Para ello hace uso de todas las tácticas de combates típicas de esa época, como el «sitio» en que se levantó un cerco de nueve kilómetros, con 4 metros de grosor. Cada 10 a 24  metros una torre vigilaba el paso protegido con torres y fosos. Los ríos cercanos a Numancia: Saledilla, Vega y Molina de Garrejo quedaron bloqueados por embarcaciones. Los vecinos Vacceos, por entregarles trigo a los numancios, sufrieron la quema de todas sus cosechas.

En marzo de 133 a.C. una esperanza surgió para Numancia, pues uno de sus líderes Retógenes logró traspasar el cerco y buscar apoyo en las comarcas vecinas. Sin embargo, casi todas ellas no quisieron unirse a la lucha contra Roma, pues se le temía demasiado. Y con razón, pues, en Lutia hubo un grupo de guerreros que quiso unirse a la lucha contra Roma. Enterado Escipión de ello, envió tropas a la ciudad de Lutia, capturó a los guerreros, en su mayoría muchachos, y ordenó cortarles las manos.

El final de Numancia.

La escasez de alimentos obligó a los numantinos a practicar la antropofagia, consumiendo la carne de los fallecidos. Intentaron negociar con Escipión, pero este les exigía la previa entrega de todas sus armas, lo cual hacía temer a los numantinos en ser capturados vivos y luego vendidos como esclavos, todo lo cual era una práctica común en la época.

Exhaustos por el hambre, tras trece meses de resistencia, decidieron acabar con su trágica situación: la mayoría se suicidó. Los numantinos que no se mataron fueron vendidos como esclavos, e incluso 50 de ellos fueron llevados para el tradicional desfile de triunfo con que Escipión fue recibido en Roma el año 132 a.C.

La ciudad de Numancia fue arrasada, y sus tierras entregadas a las tribus vecinas que colaboraron con Roma.