Civilización Micénica: La Grecia de Homero

La época fundacional de la cultura griega es conocida como la Grecia Homérica, pues las fuentes históricas que relatan los acontecimientos que le dieron forma se hallan en los poemas épicos “La Iliada” y “La Odisea”, que se estima, fueron compuestos por el bardo ciego Homero; sin embargo, se cree que Homero no existió realmente y estas dos poesías, son producto de la creación espontánea de la tradición popular micénica.

La Guerra de Troya, el conflicto interno que sacudió a los griegos, que enfrentó a los aqueos con los tracio-frigios y que culminó con la derrota de estos últimos, fue ampliamente desarrollado en los cantos de los poetas que recorrían las ciudades helénicas. En estos cantos, los autores codificaron los mitos fundacionales de la cultura griega y pasaron a constituirse en elementos primordiales de la tradición helénica.

“La Iliada” relata el asedio y la toma de Troya a manos de los aqueos, y “La Odisea” trata del viaje de regreso que emprende un guerrero aqueo, Ulises, que intenta volver a su hogar, en la isla de Itaca. Es preciso destacar que “La Iliada” contiene, además, una de las leyendas más conocidas de la tradición griega en la cultura occidental: el caballo de Troya. Esta cuenta que para poder vencer la resistencia de la ciudad de Troya, los aqueos construyeron un gigantesco caballo de madera que ofrecieron a los troyanos como muestra de sus intenciones de firmar la paz; sin embargo, el caballo estaba repleto de soldados aqueos, y una vez que se Ilión abrió sus puertas salieron y la destruyeron.

Las aventuras que narran estas dos poesías épicas son una mezcla de realidad y ficción, y a través de su análisis, podemos conocer las formas de organización política de los primeros griegos y, además, los principios y valores que predominaron en las primeras sociedades helenas.

En términos concretos, debemos señalar que se considera a la civilización minoica, que floreció en la isla de Creta, como el antecedente directo de la cultura griega. De hecho, los arqueólogos han encontrado en la antigua ciudad de Micenas, restos de construcciones muy similares a los palacios que los cretenses levantaron en sus ciudades.

Los helenistas sostienen que los primeros grupos indoeuropeos que llegaron a los territorios griegos fueron los aqueos, aproximadamente en el año 1.900 a. de C.; este pueblo provenía de las llanuras regadas por el río Danubio, y se asentaron en la península de los Balcanes; desde ahí lograron avanzar hacia el Peloponeso, lugar en que sometieron a los habitantes originales, llamados pelasgos.

Los aqueos eran grandes guerreros ya que habían desarrollado armas de bronce, una tecnología que les permitió gozar de una superioridad militar sobre los demás pueblos. Con esta ventaja pudieron someter a los troyanos y también romper el yugo que les habían impuesto los cretenses durante el periodo de la talasocracia minoica.

Aparte del aspecto militar, las principales actividades de los aqueos fueron la agricultura, la navegación, el pastoreo y la industria cerámica. El desarrollo de ellas permitió a los aqueos hacerse sedentarios definitivamente y levantar grandes ciudades como Tirinto o Micenas. Esta última, precisamente, fue la preponderante y debido a ello este periodo de la evolución histórica del pueblo griego, ha sido llamada civilización micénica.

Una vez consolidados en el Peloponeso, los aqueos se lanzaron a la conquista del mar Egeo e invadieron la isla de Creta en las cercanías del año 1.400 a. de C., rompiendo con la talasocracia minoica y asimilando la cultura cretense. De hecho, algunos autores han denominado al periodo posterior a la invasión a Creta, como el de la civilización creto-micénica.

Posteriormente, continuaron su expansión y entraron en el mencionado conflicto con Troya por el control de las rutas comerciales del Mediterráneo; se estima que este enfrentamiento ocurrió alrededor del año 1.260 a. de C., y que los aqueos fueron comandados por el rey de Micenas, Agamenón.

Gracias a su victoria, los aqueos se expandieron al Asia Menor, y llegaron hasta la península de Anatolia, en la actual Turquía.; sin embargo, paralelo a este movimiento expansivo aqueo, los territorios de Grecia continental, estaban siendo invadidos por otro pueblo indoeuropeo: los jonios, quienes se establecieron en principalmente en la península de Ática, aunque también lo hicieron en la zona central y en las islas Cícladas.

En esta misma época, los eolios, otro pueblo de origen indoeuropeo, se establecieron más al norte, en la zona de Tesalia.

A mediados del siglo XI a. de C., los territorios del Peloponeso fueron invadidos por los dorios, otro pueblo indoeuropeo que había ocupado tierras más septentrionales (Macedonia, Tracia y Epiro). En esta ocasión, las armas de bronce de los aqueos sucumbieron ante el poderoso hierro que utilizaban los dorios, y después de ofrecer dura resistencia, los aqueos fueron derrotados.

Los dorios, de esta forma, pusieron fin a la civilización micénica y los aqueos que permanecieron en el Peloponeso fueron convertidos en sus servidores. No obstante, cuantiosos ciudadanos aqueos se dirigieron hacia el Ática y otros se refugiaron en las islas del mar Egeo y en las costas jónicas de Asia Menor. A pesar de hacer logrado el control de todo el sector del Peloponeso, los dorios solamente se asentaron en la Dóride, Argólida y Laconia.

Con la invasión doria, la cultura micénica llegó a su fin y se dio inicio a un periodo de decadencia de la cultura griega que sólo logró recuperarse a mediados del siglo VIII a. de C., época en que comenzó el llamado “Medioevo Helénico”, en el que se desarrolló y consolidó el poder de Atenas y Esparta, ciudades que protagonizarán el siguiente periodo de la evolución histórica helénica: la Época Clásica.