Edad Media: quiebre en el cristianismo

Conoce el surgimiento de nuevas posturas religiosas y las razones de la intolerancia a fines de la Edad Media, ambos antecedentes de la Reforma y Contrarreforma.

A lo largo de la Edad Media florecieron una serie de cuestionamientos a las prácticas de la Iglesia, esta institución respondió desde el comienzo con mano dura. Sin embargo, las cruzadas y otras guerras de religión, potenciaron un ambiente hostil no sólo contra los constantes nuevos disidentes, sino que también contra aquellos que profesaban religiones diferentes (judíos y musulmanes) que durante largos siglos lograron convivir en relativa paz.

El surgimiento de la disidencia religiosa

A lo largo de la Edad media, el cristianismo se expandió y consolidó como la religión más importante de Europa, adquiriendo relevancia política y social. El orden medieval estuvo influenciado por los valores cristianos y los intereses de la institución eclesiástica. Así es como, con el pasar de los siglos, el poder de la institución de la Iglesia se posicionó a la par con el poder de los monarcas, incluso a veces superándolo.

El inmenso poder por parte de la Iglesia y la acumulación masiva de riquezas, provocó que al interior de ella se dieran actos de corrupción y múltiples excesos. Comenzaron a brotar corrientes al interior y fuera de la Iglesia que emprendieron duras críticas contra las malas prácticas que se estaban dando. Aparecieron nuevas tendencias alternativas a la interpretación oficial de la religiosidad cristiana. Estas tendencias también iban de la mano con una creciente búsqueda espiritual nacida, en gran medida, como una necesidad de darle sentido a la variedad de calamidades (peste, hambruna, guerras) que habían azotado a la sociedad de la época.

Intolerancia Religiosa

Ante el nacimiento de nuevas corrientes religiosas, la Iglesia respondió con mano dura. A las nuevas posturas se les denominó herejías, que fueron entendidas como una desviación de la doctrina oficial de la Iglesia. Se inició una dura persecución contra esto que terminó, en ocasiones, en verdaderas masacres de pueblos completos que alojaban opositores o críticos de la Iglesia.

El panorama en España fue bastante peculiar, tras 8 siglos de ocupación musulmana, se generó una convivencia en relativa tranquilidad entre judíos, musulmanes y cristianos. Los judíos principalmente dedicados a la artesanía y al comercio, lograron sobrevivir sin ser perseguidos por mucho tiempo.

Sin embargo, en el año 1492, la Reconquista Española recuperó para la corona, los últimos territorios ocupados por los musulmanes, gatillando una serie de conflictos que quebraron la calma. Las cruzadas y las guerras de religión, potenciaron la hostilidad contra judíos y musulmanes, así como también, contra aquellos considerados herejes. Los Reyes Católicos, se encargaron de perseguir a quienes se opusieran al cristianismo eclesiástico. Se creó el Santo Oficio de la Inquisición en España, tribunal de la Iglesia, que luego de la expulsión de los musulmanes, buscaba perseguir, juzgar y castigar a los opositores y disidentes.

Esto genera un brote generalizado de intolerancia contra aquellos que, a juicio de la Iglesia, se distinguían como enemigos de los cristianos, ya sea, judío, musulmán o hereje.  Este fanatismo religioso y el miedo que la misma Iglesia potenció en los habitantes, tras el argumento de ser castigados con penas del infierno, agudizó el ambiente de intolerancia religiosa que se vivió en Europa.