Los indígenas durante la colonia

Lo más conveniente para los españoles era tener agrupados a los indígenas en pueblos. No siempre lo lograron: mapuches y pehuenches se mantuvieron dispersos.

La idea de los pueblos de indios.

En 1744 una Real Cédula (orden del rey) ordenó resolver el problema de la dispersión de los indígenas a los largo del territorio de Chile. Aunque el mestizo era el grupo racial que predominaba, y los nativos estaban evangelizados y habían aceptado su destino de estar sometidos, no dejaba de ser peligrosa la dispersión, pues de sublevarse sería muy difícil hacer un frente de combate, y en caso de una invasión extranjera no sería posible usarlos como combatientes. La solución fue retomar una idea de 1580, ésto es la creación de pueblos de indios, que después darían origen a una serie de ciudades fundadas en el sigo XVIII por los reyes Borbones. Las ventajas serían la de contar con maestros para escuelas de primeras letras, cirujano y justicia local. La solución fue exitosa para la zona central.

La relación mapuche – hispanos.

Una historia mucho más larga se vivió paralelamente en el sur de Chile. A pesar de los intentos españoles por dominar las tierras al sur del río Bíobío, los mapuches lograron mantener su independencia. Sin embargo, las fronteras al pasar los años dejan de ser una línea divisoria, si no que se convierten en puntos de encuentro entre las culturas que son vecinas.

Mapuches y Jesuitas.

Los mapuches comenzaron sus contactos pacíficos con los españoles a través de la evangelización de los Jesuitas, quienes a fines del siglo XVII fundaron 10 misiones en tierras mapuches, cada una de las cuales con dos sacerdotes misioneros. La política del «encuentro» se reafirma cuando en el año 1697 por una Real Cédula se financia la enseñanza de idioma de los mapuches en el convento franciscano de Concepción. Y a su vez se estableció el colegio de caciques en Chillán para que unos 16 indígenas se instruyeran en el idioma castellano y su cultura. Es la primera vez que se pensó en educar a «indios infieles». La idea era ir creando «pueblos de indios» al igual que en la zona central, y por su puesto, convertirlos al catolicismo. Los planes fueron fracasando, pues los mapuches se mantuvieron dispersos, lo que hacía imposible controlarlos y dominarlos (digamos ganarles la guerra), y si bien aceptaron ser bautizados, mantenían la fe en sus antiguas creencias.

La rebelión de la chueca.

En 1723 se produce una gran rebelión indígena, que tuvo su origen, se acuerdo a la versión del cronista Jerónimo Pietas, en un partido de palín o chueca (deporte que tiene ciertos parecidos con el hockey). En ese encuentro, un español lesionó a unos indígenas, quienes fueron a su casa a vengarse, elevándose rápidamente los ánimos al nivel de guerra. Murieron varios españoles y varios indígenas, pero más allá de ese hecho lamentable, nos indica que la relación entre ambas culturas era lo suficientemente buena como para compartir entretenciones.

Acuerdos y prohibiciones.

En 1726 en una reunión entre españoles e indígenas se denunció lo difícil que eran los trueques entre ambas culturas, debido  a la ausencia de controles, y porque además muchas veces los españoles tomaban nativos como prisioneros, aprovechando antiguas leyes que permitían hacerlo puesto que «eran infieles». En 1744 se decidió que era mejor distanciar a españoles y nativos mapuches. Uno de los motivos era el descontrol con que era consumido el vino entre los mapuches, situación muy bien aprovechada por los comerciantes de licores. Se prohibió el paso por el rio Biobío. También se impedía que  los mapuches que vivían al norte del río y que ya se habían convertido al catolicismo, volvieran sobre sus antiguas costumbres tales como la poligamia, y la realización de rituales como el «machitun». En 1752 ante el fracaso de estas medidas se permitió el paso controlado para hacer intercambios de productos, incluso se autoriza a que los mapuches vendan hijos, pero éstos deberán ser liberados al cabo de diez años siempre y cuando se vayan a vivir a pueblos. En las siguientes décadas las relaciones comerciales se mantuvieron estables.

El intercambio pehuenche – mestizos.

Los españoles establecieron lazos comerciales con la cultura pehuenche, muy cercana a los mapuches. Los españoles entregaban  trigo, avena, sombreros, géneros, agujas y tinturas para la ropa, a cambio los pehuenches daban carne, sal, ponchos, plumeros de ñandú y objetos de cuero y madera. Un saco de sal indígena se cambiaba por un saco de trigo español. El desarrollo de ganaderos españoles provocó la competencia con el ganadero nativo, disputándose las tierras de pastoreo. Estos enfrentamientos casi siempre terminaron a favor de los españoles, que ya para la época, siglo XVIII se habían mestizado con los nativos de la zona central. A su vez estos encuentros provocan nuevas mezclas culturales, que pasan a ser los actuales habitantes de las zonas altas de pastoreo de la cordillera de los Andes chilena.