La Economía del Proceso Independentista

Las guerras napoleónicas que se desarrollaban en Europa a comienzos del siglo XIX, afectaron gravemente el desarrollo del comercio internacional y sus efectos también se sintieron en las todavía colonias españolas; la principal consecuencia fue la escasez en América de los productos manufacturados europeos, ya sea provinieran del comercio legal como del contrabando.

Esta situación implicó, además, una serie de problemas adjuntos como la baja en la recaudación de las aduanas o la crisis de los pequeños grupos de comerciantes americanos; de todas las colonias, la más afectada fue el virreinato de Buenos Aires, lugar en que las autoridades se apresuraron en decretar la libertad de comercio en el año 1809.

El efecto de las medidas tomadas en Argentina para enfrentar la crisis económica repercutió en forma inmediata en el resto de las colonias. Gracias a la afluencia de barcos de diversas nacionalidades a los puertos trasandinos, nuestro país logró sortear la escasez de manufacturas e incluso aumentó el nivel de entre ambas colonias. De esta forma, la ciudad de Buenos Aires desplazó a Lima como principal proveedor del mercado chileno, aunque desde Chile se seguían enviando importantes cantidades de productos agrícolas a Perú.

A medida que se desarrollaba el proceso independentista en Chile las relaciones comerciales con Buenos Aires se fortalecieron, pero el flujo con Perú se mantuvo y seguían llegando varios productos esenciales como el azúcar. Lo paradójico del hecho era el dificultoso estado en que se encontraban las relaciones entre Chile y el virrey Abascal, a lo que se agregaba la asociación política militar que se había establecido entre Santiago y Buenos Aires. En este contexto, la colonia chilena vendía trigo al mercado peruano en momentos en que Montevideo, ciudad leal al virrey Abascal, se hallaba asediada por las tropas revolucionarias de Buenos Aires. Esta situación perduró hasta el año 1813, año en que las relaciones comerciales entre Chile y Perú fueron suspendidas debido a la invasión realista en territorio chileno ordenada por Abascal.

En el ámbito interno el proceso independentista también tuvo consecuencias relevantes. La presencia en el territorio chileno de dos ejércitos antagonistas implicaba una serie de gastos que debían ser solventados: la alimentación de los soldados y la necesidad de conseguir pertrechos de guerra (armas, municiones, uniformes) eran gastos que estaban en constante aumento, situación que era complementada con el hecho de que las principales operaciones bélicas se desarrollaron en las zonas agropecuarias fueron las más afectadas.

Para poder financiar los gastos de las acciones militares, los diferentes gobiernos que tuvo Chile durante este proceso resolvieron aumentar los impuestos y a solicitar las denominadas erogaciones; estas consistían en donaciones de carácter voluntario que las familias más poderosas debían hacer a la causa independentista, aunque la mayor parte de las veces fueron realizadas por medio de la fuerza. Es preciso señalar que las fuerzas chilenas y las realistas desarrollaron esta práctica con las familias que pertenecían a los bandos antagonistas.

Otra consecuencia de la crisis económica generada por las acciones militares fue la relativa paralización de las actividades mineras, las que se vieron afectadas por la imposibilidad de conseguir recursos para financiar los yacimientos explotados y porque la escasez de alimentos conspiraba para conseguir mano de obra.

En el breve periodo de restauración del poder monárquico las actividades agrícolas tendieron a recuperarse por la reactivación del circuito comercial con el Perú, aunque la razón más importante de este fenómeno fue la suspensión de las acciones bélicas en la zona central del país debido a la retirada transitoria de las fuerzas revolucionarias hacia Mendoza.

Con la definitiva expulsión de los realistas de Santiago tras la batalla de Chacabuco, se retomaron los contactos comerciales con Buenos Aires; sin embargo, el volumen del flujo entre Argentina y Chile no volvió a alcanzar los niveles del periodo 1811-1814. La principal circunstancia que motivó este viraje en las relaciones comerciales de Chile fue el establecimiento de contactos directos con países industrializados como Estados Unidos e Inglaterra por medio de la ruta del Océano Pacífico.