La Patria Vieja (1810 – 1814)

Este periodo se caracterizó porque en la conciencia de los habitantes de Chile se comenzó a emplazar gradualmente la idea de la necesidad de establecer un régimen absolutamente independiente y autónomo de las cortes españolas. Por ello, a medida que la Junta Gubernativa se instalaba en el poder, no tardaron en aparecer diversas propuestas para transformar y mejorar las condiciones generales del territorio chileno.

Una de las más importantes fue la concerniente a modificar el estatuto que regía las relaciones comerciales entre las colonias y los países distintos de España: el resultado de esta presión fue la promulgación, en 1811, de un decreto que aseguraba la libertad de comercio para los puertos chilenos.

A pesar de algunos inconvenientes, como el surgido por el motín liderado por el coronel Tomás de Figueroa en abril de 1811 para impedir la elección de los diputados por Santiago, el primer Congreso Nacional de Chile comenzó a sesionar el día 4 de julio 1811. Este año es considerado por muchos historiadores como el más complicado de todo el proceso que erradicó la institucionalidad colonial de Chile, ya que en el se manifestaron una serie de diferencias entre los ciudadanos que conformaban el bando independentista y revolucionario.

El conflicto que más se desarrolló fue el que sostuvieron los partidarios de reformas estructurales drásticas y los que promovían cambios graduales al régimen colonial; a este problema, se sumaron las diferencias surgidas entre los que reconocían un papel preponderante a la aristocracia (representados por José Miguel Carrera, entre otros) y los que querían actuar desentendidos de los intereses de la oligarquía criolla (representado en la figura de Bernardo O’Higgins).

La composición del Congreso Nacional estaba determinada por la existencia de una querella entre dos grandes sectores de diputados que agrupaban a las dos tendencias políticas mayoritarias: los radicales y los reformistas. Los primeros eran conducidos por Juan Martínez de Rozas, a pesar de que no era diputado y por tanto no era parte del Congreso, y se inclinaban por romper definitivamente con España y por instalar un gobierno de corte republicano. Los reformistas, por el contrario, deseaban desarrollar una revolución enmarcada dentro de ciertas limitaciones.

La disputa que enfrascaba el funcionamiento del Congreso fue resuelta por un golpe de Estado comandado por José Miguel Carrera el 4 de septiembre de 1811; sin embargo, aunque el movimiento de Carrera logró dar pie a una serie de transformaciones inmediatas como la abolición de la esclavitud, los conflictos que se produjeron entre los militares y los civiles llevaron a Carrera a dar un nuevo golpe de Estado, que trajo como consecuencia la concentración de los poderes en manos del nuevo caudillo.

La nueva posición que adquirió Carrera derivó en la formación de una nueva Junta Gubernativa y en la disolución del Congreso en noviembre del convulsionado año 1811. La situación generada por Carrera lo llevó a enfrentarse con Martínez de Rozas y la posibilidad de una guerra civil se hizo patente; de hecho, sólo una ronda de negociaciones entre ambos bandos y la formación de una Junta Provisional en Concepción, acabó con el peligro de un enfrentamiento fraticida. No obstante, la posición de Carrera no se debilitó porque la nueva junta esta conformada por un grupo de militares leales a él y en la práctica siguió ejerciendo el poder.

En esta etapa de su gobierno, Carrera impulsó una serie de medidas destinadas a consolidar la causa independentista. Entre ellas podemos mencionar: la edición del periódico denominado la “Aurora de Chile”, el cual tenía como objetivo publicitar las ideas políticas del bando carrerino; la creación de los primeros emblemas nacionales; la dictación de un Reglamento Constitucional que declaraba la autonomía de Chile pero que reconocía la autoridad del rey Fernando VII; o el establecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. En este periodo, además, se sentaron las bases de los que serían la Biblioteca nacional y el Instituto Nacional.

Las noticias sobre los acontecimientos ocurridos en Chile generaron la reacción de las autoridades españolas en Perú, las que encabezadas por el virrey Fernando de Abascal, ordenaron intervenir militarmente en territorio chileno. Al enterarse de que venían fuerzas realistas desde Perú hacia el sur del país para reforzar la posición española en Chile, Carrera debió trasladarse al sur y delegar su autoridad política para poder concentras en sus labores de jefe del ejército revolucionario. Sin embargo, la suerte fue adversa para el caudillo y sufrió una dura derrota en Chillán en agosto de 1813; esta situación produjo que Carrera fuera removido de su cargo y que Bernardo O’Higgins lo reemplazara, originado una agria confrontación entre ambos.

El efecto de los sucesos militares fue el enardecimiento de la posición que reclamaba el derecho de los chilenos a elegir a sus propias autoridades, pero la captura de la ciudad de Talca por las fuerzas monárquicas trajo como consecuencia que Francisco de la Lastra asumiera como Director Supremo y que se proclamara un nuevo Reglamento Constitucional en marzo de 1814.

A la extensión del conflicto militar y el progresivo declive de las fuerzas revolucionarias chilenas, se sumó la recuperación del trono por parte de Fernando VII. Este nuevo contexto auguraba la promoción de una nueva política por parte de las nuevas autoridades españolas, y el gobierno chileno decidió negociar con las fuerzas monárquicas. El resultado se plasmó en el tratado de Lircay, en el que los chilenos reconocían la autoridad de Fernando VII; no obstante, estas condiciones no fueron aceptadas por Carrera y en julio de 1814 protagonizó un tercer golpe de Estado que le permitido recobrar el poder; este nuevo golpe de Carrera motivó una nueva querella entre las fuerzas chilenas.

La profunda fisura del bando chileno se cristalizó en la batalla de Tres Acequias en septiembre de 1814, en el que las tropas del gobierno de Carrera se enfrentaron con las fuerzas lideradas por O’Higgins. Sin embargo, mientras los chilenos resolvían sus disputas, el virrey Abascal decidió desconocer los acuerdos de Lircay y, en forma paralela, enviaba un nutrido contingente militar encabezado por el general español Mariano Osorio. Este último, luego de desembarcar en Chile y de reorganizar a las tropas monárquicas, puso fin a la etapa de la Patria Vieja al derrotar a las fuerzas revolucionarias en la batalla conocida como el desastre de Rancagua, la que se llevó a cabo entre el 1 y 2 de octubre de 1814.