Las ciudades durante la colonia

Menos del 5% de la población total vivía en las ciudades; su lugar central, la Plaza de Armas, era el mercado, donde todos los días se compraban los alimentos de la jornada.

Arquitectura.

En Chile durante la mayor parte de la colonia existieron pocas ciudades. La más grande fue Santiago, con unos 40 mil habitantes al final de la colonia. La vida era de un ritmo muy lento, todos se conocían entre sí, pero a su vez se observan diferencias económicas que separan en barrios a las personas. Las construcciones de los pobres eran una vivienda de adobe de un solo ambiente, con un pobre techo de paja. El baño estaba en un lugar alejado de la casa, pues se trataba de un pozo negro, donde cumplido un ciclo de deposiciones debía ser cambiado de lugar. La fuente de agua estaba en caminar al río y traer agua, o en el mejor de los casos usar a una noria o pozo. Las casas de los ricos también eran de adobe, con techo de tejas. Estaba dividida en secciones separadas por patios. Los salones de reuniones se encuentran al frente de la casa, más atrás los comedores, luego los dormitorios, y las secciones de la servidumbre. El baño tampoco existía, pero normalmente se usaba un depósito que era retirado diariamente, o simplemente vertido en un canal abierto que fluía por el borde de las calles. Las infecciones eran algo habitual, y la mortandad infantil se estima que superaba el 30 por ciento de niños fallecidos antes de cumplir un año.

La jornada.

En general, la jornada comenzaba al amanecer, yendo la gente a misa. Después se desayunaba con mate o chocolate. Luego comenzaban las actividades habituales. Los campesinos llegaban al mercado o feria de productos agrícolas. Los lugares usados para ello eran las Plazas de Armas de cada ciudad; que en ese tiempo no eran parques para descansar, sino que consistían en una planicie sin árboles. Los sirvientes o señoras compraban a diario los alimentos que se iban a consumir durante el día. Los hombres asistían a sus asuntos profesionales o artesanales. Pasado el mediodía las cocinas a carbón ya estaban trabajando a plenitud. El almuerzo se servía a eso de la una y media de la tarde. Comían ensalada, plato principal y plato de fondo. Las clases ricas preferían la carne de vacuno y las legumbres; en el mundo de los pobres las cazuelas, empanadas y sopaipillas eran parte importante del menú. Luego venía la siesta que se prolongaba por unas dos horas.  A eso de las cinco de la tarde las actividades se reanudaban. Ya de noche, sonaban las campanas de la Iglesia, indicando volver a casa, a rezar y cenar.

Entretenciones.

Las distracciones que rompían la monotonía eran las reuniones sociales en las casas de los propietarios. La «tertulia» era una actividad realizada en la noche, con los niños ya en la cama. Los hombres y las mujeres formaban grupos separados y la máxima  entretención era debatir o simplemente comentar respecto a los aconteceres de Chile. También rompían el tedio  las festividades religiosas, tales como la semana santa, la navidad o los santos patronos.  Aunque llenos de contemplación religiosa, sus procesiones daban un aire distinto. Por otra parte, las peleas de gallos y las corridas de toro atraían a gran parte de la gente sin distingo de clase social, pero sí de género, orientándose estas entretenciones más bien al mundo masculino.  Los niños, varones, se divertían jugando a la rayuela (lanzar un tejo lo más cerca de una línea hecha en la tierra), balanceando un trompo y encumbrando volantines (actividad prohibida pues con sus hilos arrastraban las tejas de los techos), y en el mundo de las niñas la gran entretención era jugar con muñecas, saltando cuerdas y el luche (un complejo juego de saltos a través de casillas marcadas en la tierra).

La música.

Era un recurso escaso. Los sectores pobres la podían disfrutar en las «chinganas», lugares de diversión donde junto con beber chicha se escuchaba la música de las «cantoras», mujeres que tocaban guitarra y arpa y cantaban al unísono con voz muy aguda. Los sectores ricos se deleitaban con la música de algún familiar que supiera tocar un instrumento, siendo también la guitarra el más usado, pero así también flauta, clavicordio, violín y arpa. Otra forma era la música religiosa, pues algunas iglesias de las ciudades grandes contaban con un órgano y un coro de voces masculinas.