Fusilamiento de José Primo de Rivera

La guerra civil española tuvo al asesinato selectivo entre sus métodos. La muerte de José Primo de Rivera, fundador de la Falange, y de García Lorca, poeta; dan muestra de aquello.

Un fascista español

José, el hijo mayor del dictador Miguel Primo de Rivera, había sido criado con un fuerte sentido católico por sus tías. Heredero de un título de nobleza, estaba en contra de las reformas que se pretendían hacer en la España de los años treinta.

En 1933 publica la revista El Fascio, con clara relación a las formas de gobierno nazi alemán y fascista italiana. En ella plantea que la libertad no puede existir sin un «principio fuerte permanente», solo así se evitan los vaivenes de los valores. El 29 de octubre de 1933 en Madrid funda la Falange Española, una asociación claramente fascista, en que el sindicalismo es vertical y más bien se trata de un control de los trabajadores. Además, busca la unidad nacional, dejando de lado los regionalismos. José Primo de Rivera sostiene que cada país tiene un destino que debe ser cumplido. Para lograr esos objetivos había que eliminar a la Segunda República. El 16 de febrero de 1936 triunfaron los partidos de izquierda en las elecciones (agrupados en el Frente Popular). Al estar en el poder grupos que, por ejemplo estaban contra la Iglesia Católica, o que tenían por objetivo realizar reformas estructurales a la economía; hacía pensar, y con razón que le dio la historia, que los sectores contrarios a estas ideas serían capaces de organizarse y sublevarse en contra de la República. Así los sectores monarquistas, católicos y gran parte del ejército, derechamente contrarios al socialismo comienzan a preparar un golpe de Estado.

Detenido en prisión

En marzo de 1936 se unieron para complotar contra el gobierno del Frente Popular los generales Francisco Franco, Emilio Mola y Joaquín Fanjul. También estaba dispuesto a sumarse a la sublevación José Primo de Rivera, exigiendo a cambio del accionar de sus falangistas una cuota de poder.

El 14 de marzo de 1936 se le acusa a Primo de Rivera por «tenencia ilegal de armas», por lo cual se le imponen dos meses de cárcel. Al cumplir ese período se le acusó de «publicación clandestina», quedando arrestado por dos meses más. Finalmente, se le agregó un tercer proceso por «asociación ilícita». Sin embargo, en la cárcel tuvo un régimen de encierro muy relajado que le permitió seguir controlando a la Falange, y hacer un llamado a los militares para que se subleven. Mantiene correspondencia con el general Emilio Mola, quien será en definitiva con sus tropas acantonadas en Pamplona uno de los iniciadores de la Guerra Civil.

Sublevación de julio, el inicio de la guerra civil

El 13 de julio de 1936, luego de dar instrucciones a sus falangistas, le pide al general Mola que se subleve pronto. La sublevación contra la República empezó el 17 de julio , teniendo éxito en varias regiones españolas. Pero hubo otras en que el control la mantuvieron los republicanos. Entre esa zonas se formarán los frentes de batalla de la Guerra Civil Española.  José Primo de Rivera quedó en una zona controlada por los republicanos. Hubo planes para liberarlo de la cárcel, pero fracasaron. El poder de sus falangistas era más bien menor.  Dándose cuenta que la situación podía ponerse muy mala para él, cambia el discurso totalitario que había tenido hasta entonces. Hace un llamado a la reconciliación. Ofrece un acatamiento a la República y pide una amnistía para los sublevados.

La situación de José Primo de Rivera se complicó aun más. Los demás presos de la cárcel comenzaron a reclamar por los privilegios que tenía. Al descubrir en su celda dos pistolas se le incomunicó. Ya no podía escuchar radio, ni leer periódicos, ni recibir correo. Los sublevados tenían secuestrado al hijo de Largo Caballero, entonces presidente del gobierno, ofreciendo intercambiarlo por Primo de Rivera. El general Francisco Franco intentó organizar una operación de rescate aéreo con apoyo alemán, pero también fracasó.

Juicio y muerte

El 3 de octubre de 1936 se inició el juicio en su contra. Se le acusa de conspiración y sublevación militar. José Primo de Rivera se declara inocente, pero las pruebas son muy contundentes. En la madrugada del día siguiente se le condena a muerte. El 20 de octubre, confirmada la sentencia por la Corte Suprema, se le fusiló. En el acto no falleció de inmediato, pues los tiros llegaron a sus piernas. Debió ser rematado con un disparo en la sien hecho por el oficial a cargo.

Su muerte fue considerada injusta no solo por los falangistas, sino que en general por los conservadores y militares. Se convirtió en un mito, con el nombre de «el ausente».