Desarrollo urbano de Nueva España

La economía novohispánica se vio favorecida con el constante desarrollo urbano.

El desarrollo urbano del Virreinato de Nueva España fue uno de los factores que fortalecieron la economía interna y ayudaron en la consecución de la madurez económica. La constante  modernización urbana favoreció la organización de redes comerciales internas.

Plan de urbanización

Tras la conquista, tanto la Corona Española como la Iglesia católica ejecutaron un plan de urbanización de los habitantes del territorio con el fin de facilitar la misión evangelizadora. Los esfuerzos rindieron frutos y paulatinamente la población se vio atraída a los nuevos centros urbanos.

Así también, el crecimiento económico derivado de la explotación minera y agrícola volvió atractivos los centros urbanos  y estos comenzaron a erigirse debido al constante aumento de la población.

En la ejecución de este plan, los misioneros o frailes tuvieron una labor fundamental, no sólo como contratistas de mano de obra indígena destinada a producir las obras, sino también como organizadores territoriales que distribuyeron los espacios y le dieron una impronta característica que terminó por definir un estilo arquitectónico propio.

Consolidación de las ciudades

Fue así, como en el siglo XVI prevalecía una arquitectura de carácter religiosa y la mayor parte de los edificios que constituían las grandes ciudades eran iglesias, conventos, catedrales, colegios de evangelización, entre otros.

A lo largo del siglo XVII, las ciudades se transformaron en los centros sociales, políticos, financieros y religiosos del Virreinato de Nueva España y se transformaron en las regidoras de la vida social, política y económica de todos los habitantes. Con el correr del tiempo, a su vez, las ciudades se transformaron en los centros de la actividad cultural.

La ciudad más importante fue Ciudad de México, donde se realizaba el comercio a gran escala y se organizaban las exportaciones. Aquí llegaban las grandes mercancías que después eran distribuidas al resto del territorio.

Sin embargo, otras ciudades también alcanzaron gran desarrollo urbano como Puebla de los Ángeles, Mérida, Oaxaca, Valladolid (lo que corresponde actualmente a Morelia) o Guadalajara. Algunas ciudades mineras decayeron con el correr de los siglos pero gracias a la bonanza económica del siglo XVII resurgieron, ejemplo de ello son Zacatecas, Guanajuato y Taxca.

La relevancia del comercio

La actividad comercial era primordial en todas las ciudades. En ellas se generaron redes comerciales internas entre comerciantes y las diferentes zonas del virreinato, lo que favoreció la comunicación entre los territorios.

En las pequeñas ciudades, los comerciantes locales dependían del abastecimiento de otros comerciantes más consolidados, siendo estos últimos los encargados de trasladar las mercancías de un lugar a otro.

El activo intercambio entre comerciantes provocó la acumulación capitalista de ellos causando el surgimiento de un sistema económico propio y autónomo que se transformó en el aliciente para el surgimiento de industrias locales y nacionales.

A pesar de esta interconexión permanente entre los territorios y el liberalismo económico que irrumpió en el siglo XVIII, el comercio, sin embargo, se caracterizó por poseer siempre un carácter centralista, siendo Ciudad de México el centro organizador y distribuidor de las mercancías del Virreinato.

Características de las ciudades

Los peninsulares planearon sus ciudades sobre valles ya que ahí podían reproducir la forma de cuadrícula o tablero de damas que era un estilo racional de repartición del espacio, exportado desde Europa.

No obstante, la construcción en valles provocó la inundación de ciudades por lo que hubo que mejorar la arquitectura y promover más aún el desarrollo urbano.

A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se hizo una variación al carácter religioso de las ciudades y se crearon nuevos espacios con fines recreativos y de esparcimiento como teatros y mercados, entre los que destaca el Parian construido en 1801.

Las ciudades fueron creciendo y modernizándose conforme el crecimiento económico del virreinato y esto se reflejó  en el empedrado de calles, alumbrado público con faroles de aceites prendidos y apagados por el sereno, vigilancia y otras características que reflejaban la bonanza económica experimentada en el territorio.