Los Detectives Salvajes

Análisis del libro de Roberto Bolaño.

“Los detectives salvajes” ha ido acumulando desde su publicación una amplia gama de críticas. La gran mayoría de ellas la posicionan como el gran salto de Bolaño a la fama y la mundialización de su escritura. Algunos incluso, la han comparado con la famosísima Rayuela.

La obra está estructurada en tres capítulos, los que van contando las andanzas de grupo de novatos poetas y escritores abarcando poco más de dos decenios. Del mismo modo, el relato comprende la esencia narrativa del escritor, quien con gran habilidad nos presenta la cotidianeidad en su más frontal y directa expresión.

Mexicanos Perdidos en México (1975)

El primer gran capítulo que conforma la novela se desarrolla en Ciudad de México (D.F.) y está narrado por Juan García Madero, a modo diario de vida, ubicado en el año 1975. El relato toma forma cuando el protagonista y narrador se suma a una nueva tendencia que empezaba lentamente a consolidarse: el real visceralismo. Y tal como reza su nombre, se intenta ver la realidad desde lo más profundo, lo entrañable y que sólo rompiendo todas las capas y barreras abstractas, podrá ver la luz.

Desde ese momento, García Madero entra en un mundo del que fue ajeno durante toda su vida; el ambiente bohemio, el entorno literario. Un mundo que iba mostrando su lado más oscuro e indolente, a diferencia de la realidad de grandes responsabilidades, de dependencia familiar y de compromiso al que se había inscrito por años. En este contexto, tiene lugar la aparición de dos personajes trascendentales; las más altas figuras jóvenes del movimiento: Arturo Belano y Ulises Lima.

Paralelamente, García Madero se adentra en las profundidades mundanas de la literatura y el arte de la poesía. Su estructurado plan de vida adquiere diferentes tintes, acercándose a personajes controversiales como Joaquín Font, un orate condenado por su familia, o bien, sus mujeres: Sus hijas Angélica y María, con quien García Madero inicia un idilio; Lupe, una prostituta; y su esposa, silenciosa ante el engaño de Joaquín con Lupe. O Pancho Rodríguez, amante de Angélica Font, que hizo que Madero iniciara su relación más intensa con María Font.

Entonces, el protagonista irá contando a través de su registro personal sus ilusiones, derrotas y las circunstancias que hicieron de él un profeta de la post modernidad, de la nueva poesía.

Sin embargo, las líneas de la historia convergen hacia Belano y Lima, puesto que serán ellos los que emprenderán una gran búsqueda, un gran viaje en sus vidas, que les permitirá fijar un nuevo punto de partida en su labor de escritores. Y aquel origen está en un misterioso personaje, la poetisa Cesárea Tinajero, la que, tras la revolución, no dejó rastro alguno, mas encierra en su pasado las bases del movimiento real visceralista.

Luego de un incidente entre Joaquin Font y al amante de Lupe, Alberto, la noche del 31 de diciembre de 1975, ésta última, Belano, Lima y Madero dejan furtivamente la Ciudad de México, para posteriormente internarse en las tierras desérticas de Sonora en busca de Tinajero.

Los detectives Salvajes (1976 -1996)

La novela podría ser calificada esencialmente como una narración testimonial, ya sea centrada en un solo personaje como sucede en la primera y última parte, o bien, expandida en una vasta red de monólogos que componen el relato central y homónimo que pasamos a analizar. Es decir, la multitud de hablantes de este capítulo constituyen una ostensible muestra del uso de técnicas literarias como el perspectivismo y la focalización interna variable. La transgresión total de la estructura temporo-espacial permite que los soliloquios se entrecrucen, llegando el lector a poseer más conocimientos que los mismos narradores.

Van apareciendo las más variopintas y diversas personalidades. Algunos que permiten dar un hilo de continuidad al argumento central, así como otros directamente prescindibles, aun no menos interesantes. Los más llamativos son seguramente los más intensos. Sin escatimar recursos, el manejo y capacidad narrativa y lingüística hacen que las intervenciones adquieran un sentido de complejidad y agilidad similares a los alcanzados por autores como Cortázar, o por el existencialista por excelencia, Franz Kafka. Los personajes “ancla” se elevan como un híbrido entre lo protagónico y lo secundario. Entre ellos podemos hallar primeramente a Amadeo Salvatierra, cuyo testimonio transcurre a comienzos de 1976, relatando un encuentro que tuvo con Belano y Lima, quienes recurren a este escribano para seguir los rastros de la madre de la vanguardia poética. Además, reaparecen figuras como las de Joaquín Font y sus hijas, así como otros cercanos al núcleo literario real visceralista, entre los que cuentan la distanciada pareja compuesta por Jacinto Requena y Xóchitl García; Piel Divina y Luis Sebastián Rosado, quienes inician una relación homosexual; Laura Jáuregui, entre otros. La variedad de nombres se amplía aún más, entendiendo que, tal como se indica en un comienzo, el relato se extiende por veinte años.

Asimismo, se nos acerca a una visión subjetiva e íntima respecto de los acontecimientos. Por ende, la falta de certeza e imprecisión nutren a la novela de modo tal que la unión de todos los fragmentos que los personajes entregan vayan de manera dinámica configurando una imagen de los protagonistas, aunque ésta nunca llegue a ser del todo nítida.

Es también importante cómo Bolaño es capaz de incluir a un nuevo actor, un nuevo detective: el oyente. Este narratario sin embargo, jamás se nos revela directamente; se ignora el destinatario de los relatos o lo que lo motiva realmente incorporarse a la búsqueda de los rumbos impredecibles, en este caso, de los mismos protagonistas.

La unión de irrealidad con realidad, como se ha mencionado anteriormente es un componente decidor. Las analogías que se tienden entre las vivencias de Roberto Bolaño, tales como sus años en México, los hechos en Chile, su emigración a Europa y sus exóticas andanzas por África, se ven reflejadas en los acontecimientos experimentados por Belano; y, por su parte, Ulises Lima, al igual que otros personajes como el compañero Felipe Müller – chileno por lo demás-, emulan a sus grandes amistades del pasado: Mario Santiago y Bruno Montané, respectivamente. También, las figuras de García Madero y Belano, conforman al Bolaño en sus comienzos y al Bolaño maduro, respectivamente. El primero, inseguro, pero apasionado0; el otro, campante y desafiante ante las vicisitudes.

En esta misma línea, el propio movimiento poético impulsado por los jóvenes protagónicos, el real visceralismo, es una metáfora del breve e ilusorio infrarrealismo. Además, el autor va un paso más allá, recurriendo a figuras históricas del mundo de la poesía para dar vida a sus personajes. Es el caso de Clara Cabeza, secretaria de Octavio Paz, teniendo éste último un encuentro directo con Ulises Lima; y Verónica Volkow, presunta sobrina de Trostky. En consecuencia, la referencialidad histórica permite develar un subliminal anhelo autobiográfico que Bolaño intenta plasmar en esta voluminosa obra.

Otro aspecto a destacar en relación de Belano y Lima se evidencia en el fiel retrato de la condición de hombres móviles y errantes. Ambos inician aquel viaje en busca de Tinajero, pero el tiempo los separa y traza sus rumbos por parajes insospechados, atravesando continentes y formando vínculos con hombres y mujeres en lugares diversos y en ciertos casos tan antitéticos como Estados Unidos con la revolucionada Nicaragua. La capital de México queda estrecha para contener la travesía de los poetas, sus caminos se entrecruzan y bifurcan, transportándonos a Chile, España (Barcelona, Mallorca y Cataluña), Israel, El Cairo, Liberia, Angola, Nepal e Italia, entre otros países. Desde allí, los monólogos toman parte para darnos a conocer constantemente un Bolaño y un Ulises Lima nuevos. En la última parte, los sucesos del diario de vida de García Madero junto a los principales detectives, se trasladan a los desiertos del norte de México, en Sonora.

Por otro lado, lo más llamativo de la narración yace en la habilidad para retratar el ambiente en que se desarrollan los hechos y se desenvuelven los personajes. Una época conmocionada por los insurgentes ideales revolucionarios y un realismo crudo y a veces sórdido que nos abre Bolaño. Un vistazo amplio que toca múltiples aristas de aquel submundo que cubre un velo social y que esconde relaciones sexuales, las drogas, la prostitución, la violencia, la homosexualidad, el engaño y afanes de hegemonía movidos por la soberbia.

Jóvenes rebeldes, poetas desesperados que entregan una visión humana de la generación modernista. Personajes con dudas, virtudes y disvalores, prescindiendo en muchos casos de una moral restrictiva o de un “sentido común”. Situaciones que llegan a ser un tanto ridículas, como un improvisado duelo de sables entre Belano y un crítico literario, pero que bien reflejan la “surrealidad” e “infrarrealidad “de nuestras vidas.

Lejos de una esquematización valórica o cánones psicosociales, surge en los protagonistas una pasión exuberante, natural, juvenil y con afanes avasalladores, que choca con una mentalidad enajenada, frágil e inerme enfrentadas en la desgracia. Vemos entonces, cómo se nos presenta un contexto adverso en el que los personajes se acercan a las expresiones humanas más íntimas, aquella que llega a ser irracional, oscilante, que no busca términos medios y llena de incertidumbre e intriga al individuo, transportándolo a su lado más salvaje.

Estos últimos elementos (la irresolución) se difunden a lo largo de toda la obra, vivenciándolo no sólo quienes participan en la historia, sino también el oyente ficticio. Aparentemente, el enigma del viaje de Belano y Ulises pareciera llegar a una conclusión tras la intervención penúltima de Ernesto García Grajales, quien, como estudioso del real visceralismo, explica la vida – y la muerte – de la mayoría de los jóvenes poetas del grupo en el presente (1996); sin embargo, la principal interrogante subyace en los dos de los tres protagonistas: Belano y García Madero. Incluso, este último jamás fue contemplado en los testimonios. De ambos, ni Ernesto. G. Grajales sabía o había escuchado algo. Es decir, un hilo de la amplia red de relatos quedó desatado.

A continuación, el tiempo nos transporta donde quedó la primera parte, en enero de 1976.

Los Desiertos de Sonora (1976)

El escape de los poetas aficionados y la joven prostituta se retoma el primer día del año, en el que los protagonistas se aprestaban para hallar decididamente a la fundadora del movimiento. La búsqueda de Cesárea Tinajero representa el inicio de un periplo vital de 20 años. De este modo, se acercan a la imagen más representativa de sus convicciones, aferrándose a lo que los une e identifica, a aquello que los contiene.

Llegado el mes de febrero, tras visitar un serie de pueblos logran dar con el paradero definitivo de la poetisa madre. No obstante y para su sorpresa, terminan por ver a una mujer fuera de su ideal imaginario. El mismo García Madero la define como una roca o un elefante; es decir, un ser tosco, aunque grande en su apariencia. Finalmente, aquel personaje que habían olvidado, el celoso novio de Lupe, da con los protagonistas y, en un enfrentamiento armado, Tinajero que iba con ellos es alcanzada por una bala.

En consecuencia, la muerte de Cesárea Tinajero permite un reencuentro con lo original, pero el inicio de la autosuficiencia del escritor: que fuere capaz no sólo de crear una obra, sino de crearse a sí mismo. El mismo Bolaño aseguró en una oportunidad que: “Un poeta por naturaleza es huérfano (…) El paso civil del poeta es el paso del huérfano”

Así finaliza el libro, abriéndonos un camino que ya ha sido visto con anterioridad para Belano, mas no para Madero. Un camino que nos mantendrá siempre bajo la sombra de la interrogante.

Como ha sido posible apreciar, la literatura de Roberto Bolaño se ha caracterizado por tratar realidades muy cercanas a las de su propio entorno y sus propias experiencias. Éste carácter marcadamente autobiográfico le da mayor grado de subjetividad, así como de sinceridad a sus creaciones.

El ser escritor conlleva una serie de desafíos que no cualquier persona estaría dispuesta a asumir: Bolaño siempre consideró miserable el trabajo del literato, puesto que es un mundillo ignorado y que de gran espacio para los convencidos de un triunfo inmediato. Es por ello que, valiéndose en ambas novelas de lo jocoso y sarcástico, nos abre una realidad encubierta en la literatura retratada a nivel individual o a nivel social.

Asimismo, es digno de elogio el profundo sentido humano que alcanzan sus narraciones. Pero no sólo en lo que se relata, sino en cómo se relata. Vale decir, se hace patente el constante deseo de Bolaño de romper con rígidos esquemas literarios, la continuidad, la causa-efecto decimonónica, reemplazándola por una novela dinámica e impredecible, que en muchas oportunidades nos forma sobre la base de simples prejuicios.

Por otro lado, no nos encontramos ante personajes heroicos, por el contrario; vemos que se nos muestran seres ficticios que una realidad anónima, silenciosa y hostil los va formando, o bien, desformando. Entra entonces la lógica de la subsistencia, de la depredación y el instinto como respuesta a la inoculación social.

De la misma manera, la multiculturalidad y la variedad de ambientes representan lo que hemos definido como su condición trashumante. Cada obra de Bolaño es, por ende, una travesía, a través de lugares y personajes disímiles y análogos a la vez.

Es Roberto Bolaño una figura de las letras que no pertenece a Chile; o, más bien dicho, no lo podemos reducir a ello. El escritor ha sido capaz de transportarse a través de todo el globo para poder mostrarnos un mundo que puede llegar a ser tan frívolo y tan conmovedor como el nuestro.

Todo ello es lo que ha determinado sus novelas; obras imperfectas, humanas al fin de cuentas; y a cuatro años de su fallecimiento, pudimos descubrir en Bolaño la estética de la imprecisión y la variedad, trazando sendas que anulan fronteras, como su potente legado literario.