Tiempo narrativo

Conoce el concepto de tiempo narrativo y su importancia para un cuento, novela o cualquier relato del género narrativo.

El reloj de la narración:

Así como pasa en el mundo real, los acontecimientos del mundo narrativo no ocurren todos al mismo tiempo, sino que se van sucediendo, es decir, se producen uno después de otro. Para que esto sea así, es necesario que exista el tiempo, es decir algo que vaya marcando los segundos, días y años, de manera de poder distinguir un pasado, un presente y un futuro. De esta manera, el tiempo es un eje transversal a toda la narración que determina a los acontecimientos, a la vitalidad de los personajes que  avanzan, crecen y envejecen (o al revés, van haciendose más jóvenes, retrocediendo), al ambiente físico y climático, etc.

El tiempo narrativo es distinto al tiempo del mundo real. Como todo en la narración, es un tiempo imaginario que sólo existe en el relato, y que puede ser parecido o distinto al mundo real. Una hora de lectura pueden equivaler a siglos de una historia o también a una hora de la vida de un personaje, pero en cualquier caso son tiempos distintos que se distinguen sobre todo por la diferencia en el trato con la linealidad.

Linealidad del relato:

Que el tiempo sea lineal significa que los acontecimientos se van sucediendo uno después de otro en orden cronológico, como sucede en el mundo real en la vida cotidiana: Mañana y luego tarde, juventud antes de vejez, siglo XIX después de siglo XII, etc. En la narración de un relato, en cambio, es posible jugar con el tiempo, y relatar cambiando el orden natural de las cosas mediante quiebres o saltos temporales, adelantando o retrocediendo el tiempo para contar hechos futuros o pasados. Existen técnicas narrativas como la analepsis y la prolepsis que permiten saltar repentinamente del presente al pasado o al futuro, de manera de romper con la linealidad del relato, y posibilitando que la historia sea contada como el narrador y el autor quieran o vean necesario.

Ejemplo:

«Sonia se sentó tranquila frente al manubrio, revisó los espejos, acomodó el asiento y se puso el cinturón. Cuatro años antes había jurado no volver a manejar y ahora encendía el motor y cambiaba la radio despreocupadamente. Si supiera que dos días más tarde haría el mismo juramento tal vez nunca habría salido de su casa

El fragmento anterior quiebra el tiempo presente del que se está relatando para hacer un salto temporal hacia el pasado, cuatro años antes, en rojo, y otro hacia el futuro, dos días más tarde, en azul.