Tipos de focalización narrativa

A continuación conocerás los tipos de focalizaciones narrativas y su relación con la clasificación de narradores.

Al momento de contar la historia el emisor construye una entidad ficticia denominada narrador. Él será el encargado de entregar el relato al lector a partir de diversas focalizaciones o miradas que se califican como: cero, externa e interna. Cada una de ellas está directamente relacionada con un tipo de narrador.

Focalización cero

En este tipo de focalización podemos encontrar al narrador omnisciente, en tanto el narrador no se priva de entregar ninguna información. Por lo tanto, conoce absolutamente todo lo que sucede en la obra. Es capaz de hacer detalladas descripciones de espacios, ambientes y circunstancias que rodean a la narración. El narrador se sitúa desde el exterior de los personajes, no para verlos desde fuera, para ver sus gestos y simplemente oír sus palabras, sino para considerar de un modo objetivo y directo su vida psicológica. El que el narrador sea objetivo, quiere decir que no se compromete de ninguna manera con lo narrado, ni emocional, ni moral, ni política, ni culturalmente. El narrador sólo se restringe a contar la historia. Veamos un ejemplo de este tipo de focalización:

«A la puerta de la casa de Sebastián en Parapara sonaron tres duros golpes impacientes. Golpes de madera sobre madera que bien pudieran haber sido producidos por el garrote de un visitante o por la culata de un fusil. Eran las doce de la noche y jamás nadie llamó antes a aquella puerta a tal hora y en tal forma.

Sebastián se enderezó lentamente sobre la red de chinchorro. Pensó en el viejo revólver que le había regalado la señorita Berenice y que estaba ahí, en un baúl sin cerradura, al alcance de su mano»

(Miguel Otero Silva, Casas muertas)

Focalización externa

En este caso el narrador no accede directamente al pensamiento de los personajes, pero tampoco se encuentra aislado de ellos en la medida que conoce la parte exterior de ellos, lo que le permite describir el físico de los personajes y el ambiente. Además, es el que relata los hechos porque los presenció, pero no participó directamente de la acción. A continuación un ejemplo:

«Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo. Recuerdo (creo) sus manos afiladas de trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un mate con las armas de la Banda Oriental; recuerdo la ventana de la casa una estera amarilla, con un vago paisaje lacustre»

(Jorge Luis Borges, Funnes el Memorioso)

Focalización interna

En este tipo de focalización se encuentra el narrador personaje y el protagonista, en tanto se halla dentro de la misma historia y la cuenta desde esa perspectiva. Si es el personaje central hablamos de un narrador protagonista. En cambio, si el narrador participa de la historia, pero no es el personaje central, sino que sólo actúa como colaborador, entonces es personaje secundario. Además, existen tres tipos de focalización interna:

  1. Fija: Está centrada en un sólo narrador que cuenta la historia.
  2. Variable: Varios narradores que dan cuenta de diversos sucesos.
  3. Múltiple: Varios narradores que desde distinta perspectiva narran el mismo acontecimiento.

Veamos un ejemplo:

«Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: Ya me duermo. Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra»

(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido)